Ubicada en pleno centro porteño, sobre la tradicional Avenida de Mayo, la librería El Túnel es uno de esos sitios donde el tiempo parece haberse detenido. Desde hace más de treinta años, este espacio se ha consolidado como un ícono cultural y literario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, atrayendo a lectores empedernidos, coleccionistas, investigadores y curiosos. Se trata de un refugio para quienes aman el papel amarillento, el olor a encuadernación antigua y la emoción de toparse con una joya bibliográfica entre anaqueles que resisten al paso del tiempo.
Un enclave entre libros e historia
Situada en el número 767 de la Avenida de Mayo, casi al lado del legendario Café Tortoni, El Túnel ocupa uno de los locales de la planta baja del histórico Palacio Vera, una edificación reconocida como patrimonio arquitectónico y cultural de la Ciudad. Desde su entrada, lo que aparenta ser un espacio angosto y discreto se transforma en un verdadero pasadizo literario, donde los libros cubren paredes de piso a techo, acompañando al visitante en un recorrido íntimo y laberíntico.
A pesar de lo que muchos podrían suponer, el nombre de la librería no hace referencia a la novela homónima de Ernesto Sábato, sino que se inspira en la disposición del local: un pasillo largo y angosto, con estanterías a ambos lados, generando una suerte de túnel flanqueado por volúmenes de literatura, historia, filosofía, derecho, arte y más. En un escenario tan singular, sumergirse en la búsqueda de libros es una experiencia que trasciende lo comercial; es, sin duda, una exploración arqueológica del conocimiento.
De librero a guardián de la memoria
Carlos Noli, el alma detrás de este proyecto, lleva más de tres décadas dedicado al oficio de librero. En una entrevista brindada al periódico La Vanguardia, relató: “Mi camino en el mundo de los libros comenzó hace unos treinta y cinco años, y esta librería ya lleva veinticuatro años en este mismo local”. También señaló que el espacio fue reconocido oficialmente como parte del patrimonio cultural de la Ciudad, lo cual refuerza su valor más allá de lo literario.
Respecto a cómo consigue los libros que integran su vasta colección, Noli explicó que utilizan anuncios en medios gráficos y digitales. A partir de allí, los propietarios de bibliotecas particulares se contactan con él y lo invitan a sus hogares. “Vamos a los domicilios a revisar y comprar bibliotecas completas. Ese es el mecanismo habitual de adquisición”, detalló.
Este método ha permitido a El Túnel nutrirse de obras que, en muchos casos, ya no circulan en el mercado tradicional, convirtiendo a la librería en una verdadera cápsula del tiempo, donde conviven primeras ediciones, tratados académicos, novelas descatalogadas y hasta libros impresos en los siglos XVI y XVII.
Un público diverso y prestigioso
A lo largo de su historia, la librería fue visitada por personajes de renombre. Noli recuerda haber recibido en su local a figuras como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Álvaro Abós, José Pablo Feinmann, entre otros intelectuales y artistas. Pero también aclara que el público no se limita a escritores o académicos: “Acá viene desde el estudiante hasta el contador, el político, el jubilado. No hay un solo tipo de cliente, sino una verdadera mezcla de perfiles”, explicó.
Ese aspecto plural es, sin dudas, uno de los encantos de El Túnel. No importa si alguien busca un texto académico, una novela olvidada, un poema de vanguardia o simplemente recorrer los estantes sin un rumbo fijo: todos son bienvenidos en este santuario literario.
Más que una librería: un espacio de encuentro y descubrimiento
Quienes frecuentan este tipo de librerías de viejo saben que parte de su atractivo radica en la imprevisibilidad del hallazgo. Bucear entre libros apilados, revisar con paciencia cada estante, sostener un volumen con tapas descoloridas sin saber aún qué contiene, puede desembocar en un descubrimiento inesperado: una edición original, un ensayo olvidado, una dedicatoria manuscrita.
El Túnel no es ajeno a ese fenómeno. Su atmósfera añeja, su luz tenue y su silencio acogedor propician una experiencia casi meditativa. Algunos visitantes ingresan buscando un título puntual; otros se permiten deambular, dejarse llevar, detenerse al azar. Como en un museo de libros, cada objeto tiene una historia que contar.
Además, no es raro que quienes pasan por allí mantengan largas conversaciones con Noli, quien no solo vende libros, sino que los conoce, los valora y los recomienda con entusiasmo. Esa cercanía con el dueño y su vasto conocimiento otorgan al lugar una impronta personal que contrasta con las grandes cadenas libreras, donde la experiencia es más impersonal y automatizada.
Un enclave cultural en peligro de extinción
En tiempos donde lo digital ha modificado profundamente los hábitos de lectura y consumo, librerías como El Túnel luchan contra la corriente. La venta de libros usados en formato físico ha disminuido, y muchos locales similares han cerrado sus puertas en los últimos años. Sin embargo, este espacio se mantiene vigente, gracias a su reputación, a la fidelidad de sus clientes y al esfuerzo constante de su propietario.
Aunque no está exento de dificultades, Noli se muestra comprometido con preservar la esencia del lugar: un sitio donde los libros no son solo mercancías, sino objetos con alma, transmisores de saber y emoción. Su tarea, entonces, no es simplemente vender, sino custodiar la memoria cultural de generaciones pasadas.
En palabras de algunos de sus clientes habituales, “entrar en El Túnel es como visitar a un viejo amigo que siempre tiene algo nuevo para contar”. Y eso, en la vorágine de la vida moderna, no es poca cosa.
Horarios y cómo llegar
Para quienes deseen conocer esta joya porteña, la librería abre de lunes a viernes, entre las 10:00 y las 17:00 horas, y los sábados, de 10:00 a 13:00. Se encuentra sobre la Avenida de Mayo 767, entre las calles Chacabuco y Piedras, a pocos metros de la estación de subte Piedras (Línea A).
Se recomienda ir con tiempo, sin apuros, con la disposición a explorar. Como ocurre en los buenos viajes, lo importante no es el destino sino el recorrido. Y en El Túnel, cada paso entre libros representa una oportunidad para reencontrarse con la historia, con la literatura y, por qué no, con uno mismo.