Cachito, vecino del barrio de Belgrano, tenía que realizar un envío a Villa Urquiza. A pesar del calor sofocante de 30 grados, decidió no tomar el colectivo. No por convicción ecológica, sino por economía: el precio del transporte público lo llevó a optar por la bicicleta pública del sistema Ecobici. Como conoce bien las reglas del servicio —el primer tramo de hasta 30 minutos es gratuito—, sabía que podía llegar a destino sin gastar un peso, si todo salía bien.
La aplicación de Ecobici le indicó que en la estación de Vuelta de Obligado y Echeverría había una bicicleta disponible. Sin embargo, al llegar, se topó con un clásico problema: el rodado tenía una goma pinchada. Frustrado, comenzó a buscar otras opciones cercanas en la app y se preguntó con resignación: “¿Por qué nunca hay suficientes bicicletas en condiciones?”
La siguiente parada fue en La Pampa y Ciudad de la Paz, donde encontró dos bicicletas listas para usar. Eligió una, ajustó su casco, se tomó una foto y se la envió a Ecobici para dar el ejemplo. Como suele ver que en redes sociales publican imágenes de usuarios sin protección, quiso dejar constancia de que él sí pedalea con casco.
Una ruta posible, aunque no siempre sencilla
El trayecto comenzó en Amenábar, donde caminó por la vereda hasta llegar a la esquina con Echeverría, donde se incorporó a la ciclovía. Al llegar a la intersección con Crámer, le llamó la atención un semáforo exclusivo para ciclistas, pero enseguida se asustó cuando una moto cruzó a gran velocidad por la ciclovía, poniendo en riesgo su seguridad.
Continuó por Echeverría hasta empalmar con Superí, y al llegar a la cuadra entre Juramento y Mendoza disfrutó el pequeño descenso, relajando el pedaleo. No todo fue placentero: el asiento de la bicicleta se bajó solo. Si bien muchas bicicletas del sistema presentan problemas estructurales o hacen ruidos extraños, en este caso solo bastó con reajustar el asiento para continuar.
El dilema del cruce ferroviario
Al llegar a Olazábal, se le planteó una disyuntiva: seguir por Blanco Encalada hasta tener que cruzar las vías del tren caminando por el paso peatonal, o bien bajar a Olazábal para atravesar el túnel bajo nivel, aunque eso implicara caminar por la vereda. Eligió la segunda opción, bajándose de la bicicleta y recorriendo ese tramo a pie hasta Melián.
Mientras caminaba, pensó en voz alta: “¿Por qué no hacen un pequeño tramo de ciclovía por Olazábal y otro por Melián? Sería mucho más cómodo y seguro para quienes usamos la bici todos los días”. Una solución sencilla que haría mucho más fluida la conexión entre ciclovías ya existentes.
Obstáculos que se repiten
Una vez en Blanco Encalada, el viaje siguió sin sobresaltos… hasta que se topó con un auto estacionado sobre la ciclovía, justo en la entrada de un natatorio. “Por suerte estamos en vacaciones y no hay chicos saliendo de la escuela”, pensó, aunque unas cuadras más adelante la escena se repitió con un camión bloqueando la vía, frente a un minimercado.
Este tipo de situaciones, lamentablemente frecuentes, interrumpen el flujo de los ciclistas y los obligan a maniobras peligrosas, como esquivar vehículos detenidos o invadir la calle.
El final del trayecto y una reflexión
Al llegar a Triunvirato, ya en Villa Urquiza, vio que la estación de Ecobici más cercana estaba en la intersección con Roosevelt. No le quedó otra que bajarse y caminar las últimas dos cuadras. Mientras avanzaba, pensó: “¿No sería lógico que todas las estaciones estén ubicadas cerca de una ciclovía?”.
Por suerte, en esta ocasión pudo anclar la bicicleta sin inconvenientes, algo que no siempre ocurre. En experiencias anteriores, el sistema no le había registrado la devolución correctamente, lo que lo obligó a realizar reclamos para evitar cargos adicionales por excederse del tiempo permitido.
Una buena idea que aún necesita ajustes
El viaje entre Belgrano y Villa Urquiza en bicicleta es posible, rápido y económico. De hecho, se puede realizar en menos de 30 minutos, circulando casi en su totalidad por ciclovías. Pero la experiencia también revela algunas fallas estructurales en el sistema Ecobici que requieren atención.
Por un lado, la disponibilidad y el mantenimiento de las bicicletas. Es común encontrarse con rodados rotos, con piezas flojas o neumáticos desinflados. Esto retrasa al usuario, lo obliga a buscar otras estaciones y genera frustración.
Por otro lado, el estado de las ciclovías no siempre es el ideal. En algunos tramos, el asfalto está deteriorado o mal señalizado. A eso se suman vehículos particulares mal estacionados que obstruyen el paso, un problema que podría resolverse con más presencia de agentes de tránsito que hagan cumplir las normas.
Más bicis, más conciencia, mejor ciudad
A pesar de todo, el sistema de bicicletas públicas porteño representa una herramienta valiosa para quienes eligen una movilidad sustentable. Para que crezca y funcione aún mejor, es necesario que las autoridades refuercen el mantenimiento de las unidades, planifiquen mejor la ubicación de las estaciones y garanticen la convivencia entre ciclistas, peatones y automovilistas.
Lo que comenzó como un viaje en busca de ahorro terminó siendo un recorrido urbano que deja en evidencia los aciertos y las deudas de una ciudad que avanza, pero que aún tiene muchos baches que sortear… sobre dos ruedas.