Una mirada al cielo desde el patio interior de la imponente Torre Dorrego
Viví la ciudad
En el sexto capítulo de El Eternauta, la producción argentina inspirada en la legendaria historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López —hoy fenómeno en Netflix—, Juan Salvo y sus compañeros se adentran en un edificio peculiar con el objetivo de establecer allí un centro de comunicaciones desde el cual enviar señales de vida humana al resto del mundo.
Buenos Aires aparece irreconocible, cubierta por una nieve letal, reflejo de la devastación causada por una invasión extraterrestre. Sin embargo, en medio del desastre, los espectadores porteños más atentos podrán identificar con facilidad el singular edificio que se alza en pantalla: la Torre Dorrego, ubicada sobre la avenida homónima, a pasos de Luis María Campos.
Un ícono brutalista en el corazón de Palermo
Por su estructura imponente de hormigón expuesto, la uniformidad de sus ventanas distribuidas simétricamente en una fachada de 102 metros de alto y su distintiva forma semicircular, este rascacielos se distingue del resto del paisaje urbano del barrio de Palermo.
Apodado popularmente como “el rulero de Palermo”, este edificio representa una clara manifestación del movimiento arquitectónico brutalista, cuyo estilo disruptivo rompe con la armonía de su entorno y refuerza su identidad monumental.
Curiosamente, esta obra fue construida entre fines de los años 60 y principios de los 70, por lo que no figura en la historieta original de El Eternauta, publicada por primera vez en 1957. Por eso mismo, su inclusión en la serie dirigida por Bruno Stagnaro puede considerarse una jugada creativa destacada. Cabe mencionar que Elsa Sánchez de Oesterheld, viuda del autor de la historieta, vivió durante muchos años en uno de los departamentos del edificio.
Origen militar y diseño funcional
Situada en el número 2699 de Avenida Dorrego, la torre se halla en la frontera entre Las Cañitas y el Regimiento 1° de Infantería de Patricios. La cercanía con esta institución militar no es casual: la edificación fue concebida como un complejo habitacional para oficiales de las Fuerzas Armadas y sus familias.
La iniciativa fue impulsada en 1967 por la cooperativa Capaybi (Casa Propia, Ahorro y Bienestar), integrada por altos mandos del Ejército. El proyecto fue adjudicado a los arquitectos Alfredo Joselevich, Alberto Ricur y Luis Caffarini, elegidos entre 13 estudios porteños, mientras que la construcción estuvo a cargo de Polledo Constructora y Roberto S.J. Servente.
Un proyecto monumental
Al finalizar la obra, en 1972, la Torre Dorrego se convirtió en una de las construcciones residenciales más grandes del país, con una superficie cubierta de 40.315 m², distribuidos en 30 pisos, dos subsuelos, planta baja y entrepiso. En total, alberga 240 unidades, ocho por nivel, con un costo de 1400 millones de pesos de la época.
Con su esqueleto de 26 columnas de hormigón armado, la torre marcó un hito en el perfil urbano de Palermo. Como explica el arquitecto y divulgador Rodolfo de Liechtenstein, en ese entonces la zona era predominantemente de casas bajas y edificios pequeños. “Para entender una construcción, hay que comprender el contexto de su época”, señala.
Además, remonta el origen del área: “Era una zona militar atravesada por antiguos caminos coloniales. Luis María Campos, hasta mediados del siglo XIX, era una zona de cañaverales junto al río. De ahí, el nombre Las Cañitas”.
Un diseño pensado para la equidad
La distribución interna del edificio responde a principios de equidad entre sus habitantes. Todos los departamentos cuentan con proporciones similares para espacios equivalentes, sin importar la cantidad de habitaciones. Asimismo, las distancias entre accesos, ascensores (12 en total) y pasillos están balanceadas.
El diseño semicircular también busca asegurar igualdad en la vista y la entrada de luz natural. La fachada convexa, donde se ubican los balcones y las áreas sociales, da al noreste de la ciudad, ofreciendo panorámicas del Parque 3 de Febrero y el Río de la Plata. Por su parte, la cara cóncava alberga servicios, cocinas y escaleras.
Según la revista Nuestra Arquitectura (diciembre de 1969), el edificio fue planificado para garantizar un “asolamiento homogéneo”, permitiendo que el sol bañe los ambientes principales durante todo el día, gracias a un estudio preciso del recorrido solar estacional.
Contrastes y paradojas
Un dato llamativo es que Elsa Sánchez de Oesterheld, viuda del guionista secuestrado junto a sus hijas durante la última dictadura militar, eligió vivir en la Torre Dorrego. En un documental de 2010, relató su decisión con franqueza: “No lo quería porque eran todos milicos, pero era lo único que podía pagar”.
Incluso contó con ironía que convivía en el edificio con el dictador Reynaldo Bignone: “Lo encontraba en el negocio y me saludaba”, dijo entre risas.
Arquitectura eficiente y simbólica
Otro aspecto destacado de la Torre Dorrego es su eficiencia en el uso del terreno: ocupa solo el 25% del lote, dejando el resto como espacio verde común. “Si hubieran construido cuatro bloques convencionales, el área de expansión se habría perdido”, dice Liechtenstein.
Gracias a su curvatura, el jardín queda abrazado por la estructura, generando una sensación de contención y cobijo. Además, la planta baja vidriada estaba pensada para alojar una galería comercial, aunque actualmente ya no funciona.
Una hazaña constructiva
El ritmo de la obra también fue extraordinario. Gracias a un plan de ejecución conocido como “camino crítico”, ideado por el ingeniero Aníbal Petersen, cada piso se levantó en tiempos preestablecidos, lo que permitió finalizar la estructura en menos de cuatro años, una velocidad notable en comparación con otras obras académicas de la época.
Para cimentar el edificio, hubo que lidiar con la napa freática ubicada a apenas un metro de profundidad, lo que implicó verter 1500 m³ de hormigón en tan solo 45 días.
El brutalismo: estilo crudo, sin adornos
El estilo brutalista de la Torre Dorrego, caracterizado por la exposición sin ornamento de sus materiales —principalmente el hormigón—, puede resultar chocante para algunos. “Parece que le falta pintura”, dicen muchos al verla, según Liechtenstein, quien lidera recorridos urbanos con su proyecto Arqui Viajes.
La palabra brutalismo proviene del francés béton brut (hormigón crudo), y representa una estética sincera que prioriza la función sobre el adorno. Este enfoque también se ve en obras como el Banco de Londres (actual Banco Hipotecario) o la Biblioteca Nacional, ambas con diseño de Clorindo Testa, uno de los máximos referentes del estilo en el país.
La Torre Dorrego, entonces, se erige como un emblema de esa arquitectura austera, poderosa y funcional que marcó una época entre 1955 y 1980, y que dejó huella en ciudades como Córdoba y Mendoza.